29 sept 2011

Medio pan y un libro

 Federico García Lorca -1931
Discurso de Federico García Lorca al inaugurar la biblioteca de su pueblo.
Medio pan y un libro


Medio pan y un libro.


Locución de Federico García Lorca al Pueblo de Fuente de Vaqueros (Granada). Septiembre 1931.

"Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. ‘Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre’, piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión.

Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada.

No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.

Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?

¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘amor, amor’, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: ‘¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!’. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.

Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: ‘Cultura’. Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz.

25 sept 2011

PLAGIOS Y ROBOS LITERARIOS


Manlio Argueta
En los albores de la información tecnológica, se tuvo como primer extraterrestre insigne a un poeta fenómeno por su temprana edad, como lo había sido Darío: Pablo Neruda, que en su prestigioso Veinte Poemas de Amor comenzó con un traspié, el poema 15 es una idea íntegra del Nobel Rabindranath Tagore. Años después el poeta uruguayo Carlos Sabat Ercasty acusó a Neruda de plagiar un poema suyo que el chileno publicó como El hondero entusiasta. En ambos casos hubo razón de la denuncia, aunque Neruda reconoció que solo fue una inspiración en sus maestros.
 También se acusó a García Márquez de plagio por Cien años de soledad, de la obra En Búsqueda del Infinito, de Balzac, la denuncia la hizo otro Nobel, Miguel Ángel Asturias. Y a otro Nobel, Mario Vargas Llosa, se le denunció de plagio por Guerra del fin del mundo, basado en La Guerra de los canudos, del brasileño Euclides da Cunha.
 Denuncias que a ninguno de ellos les resta grandeza, pues las confesaron como pecados de juventud, en el caso de Neruda; o de exagerada investigación policial literaria en el caso de García Márquez y Vargas Llosa.
 Lo inexplicable son los plagios del peruano, presidente del Premio Alfaguara en España Alfredo Bryce Echenique a quien conocí en París. Me interesó siempre por una novela con un personaje principal, una salvadoreña que trabajó conmigo como ilustradora de libros infantiles, cuando fui director de la Editorial Universitaria Centroamericana. Escribiré más sobre esta novela, vale la pena.
 Hace tres años a Bryce se le acusó de plagiar a 16 periodistas de diversos países, con trabajos sacados de internet. Fue condenado judicialmente a pagar los derechos de autor, algo mortal para cualquiera.
 El caso extraño de Echenique se parece al suceso de un salvadoreño, Mario Hernández Aguirre, quien siendo secretario privado del presidente José María Lemus, ganó un premio nacional de poesía con un plagio total del argentino José Portogalo: El hombre del alba, dedicado al filósofo José Carlos Mariategui; Mario Hernández tituló su poema como El hombre a quien la aurora señalaba, dedicado al maestro Masferrer. En el descubrimiento tuvo que ver el poeta exiliado guatemalteco Otto René Castillo y mi persona que dirigía un periódico universitario. Castillo me mostró las dos obras similares y decidí publicar las versiones, Hernández solo cambiaba cinco palabras. La presidencia de la república sacó un comunicado, diciendo que era una falacia para desestabilizar a su gobierno, y que sabía que el argentino plagió al salvadoreño.
 Reproduje en el mismo periódico estudiantil la portada del libro argentino con año de publicación. Mario no había nacido. Nobleza obliga, el coronel Lemus le pidió la renuncia; aunque lo envió con un cargo diplomático a París, ciudad que en las varias visitas que hice estuve tentado de encontrarlo para que me explicara por qué una persona con una carrera diplomática desde joven, con estudios en Europa, había llegado a extremos de delito intelectual.
 Nunca lo busqué. Además sucedió algo peor que hundió al compatriota. Desde París ganó el premio centroamericano más importante organizado en El Salvador de la época, con sus ensayos La rama verde. Los jurados eran personas maduras, no jovenzuelos como Otto y yo. Al darse cuenta del nombre del ganador, hicieron público la anulación del premio. Estoy seguro de que esta obra no era un plagio, pero los jueces fueron implacables. Tuve tacto en no atreverme a abordar a Hernández, preferí quedarme con el misterio inexplicable. Si no eres creativo confórmate con lo que Dios te da.
 Manlio Argueta, El Salvador, desde América Central, septiembre 25 de 2011.