Entre los años 85-86, estudiaba Bibliotecología en la UES y me relacionaba con algunos de los estudiantes de Letras, por razones comunes. En aquellos días surgió el famoso grupo literario conocido como Los Cinco Negritos, quienes saltaron a la palestra cultural, en una página sabatina del entonces vespertino Diario El Mundo, y su presentación fue en una página blanco y negro, o sea, letras blancas sobre fondo negro, y fue su carta de presentación. Obviamente algunos de los nombres que conformaban a dicho grupo eran conocidos, tales como Salvador Juárez, Armando Solís y Matilde Elena López, los otros dos, me eran desconocidos: Miguel Angel Chinchilla y Julio Henríquez. El tiempo corría, y se llegó la oportunidad de irlos conociendo, obviamente en la Universidad de El Salvador ello es mucho más factible. En el edificio semi arruinado del Paraninfo se desarrollaban actividades culturales, ensayos de teatro, danza, etc. El encargado era ni más ni menos que Chamba Juárez, por cuanto con mis llegadas de vez en cuando nos fuimos conociendo, y sobre todo, porque en ese entonces tenía otras amistades que estaban organizadas clandestinamente, y una de ellas era conocida de Chamba, por cuanto ello posibilito el que muy pronto me relacionara con el resto de miembros de Los Cinco Negritos, que luego llegaría a ser seis. Después de su carta de presentación --cuya publicación fue remozada y fuerte--, Los Cinco Negritos se volvieron el pan cotidiano de cada fin de semana… Creo que en la segunda o tercera publicación, el nombre de Chinchilla desaparece por voluntad propia. Luego supe que fue por cuestiones timoratas, pues ello se daba en lo mejor del fragor de la guerra intestina que se había desarrollado en nuestro país… en fin, era otra historia. En ese marco, llega a formar parte el otrora poeta Rafael Mendoza quien fue el sexto miembro, y con quien nos conocimos por medio de Chema Cuéllar y David Hernández. En el tiempo Cinconegritos fue que conocí a Solís y a Matilde y comenzó una relación amistosa que hasta la fecha pervive. Después de que Chinchilla se desliga, llega Joaquín Meza y así caminarían varios años, hasta que surge una disgregación cuando Chamba Juárez es capturado y exilado hacia México, y los Cinco Negritos continuaban, no con el mismo ímpetu, porque esta página fue muy valiosa y como pocas, jugó un papel que aún hoy día se le reconoce. Debido a esa situación, llegó el momento en que fui parte de ella después que dicha disgregación se diera en un plano bien complicado, porque surgieron dedos acusadores buscando culpables, y recayeron en Rafael Mendoza, de quien no puedo afirmar o asegurar que haya influido en el deterioro del Grupo, que muy a su pesar, continuaba conservando el nombre de Cinconegritos. Los Cinconegritos, en su recta final fue conformada por tres miembros: Joaquín Meza, Alfonso Velis y mi persona.
Juntos sostuvimos la página por otro período de tiempo, tratando siempre de conservar la esencia con que la misma naciera. Pero igual, siempre surgen pelos en la sopa, y en ese entonces, las intrigas detrás de este proceso no dejaban de drenar un tanto el accionar de nuestro trabajo, y es así como un sábado de tantos no aparece mi nombre, y la explicación estúpida, fue de que seguramente a la hora del montaje, se había caído y por tanto en esa ocasión sólo aparecieron los otros dos. Obviamente, ello me disgustó pero no lo demostré, sin embargo llegaría el momento que perdería el interés por continuar en la página, y lógicamente lo que Mendoza indirectamente comenzó, Vélis lo concluyó muy sobradamente, porque Joaquín ya no podría continuar con la página y es así que en breve tiempo, desaparece del tinglado literario la página Cinconegritos, y la sustituye lógicamente, el Suplemento Tres Mil, creo. Lo de Vélis, lo menciono, porque éste era muy amigo del Pichón José Roberto Cea, y según se dijo en ese entonces, Cea tenía interés en dicha página e influía en Velis y le encuentro lógica cuanto a que las visiones de nosotros tenían sus diferencias sobre el mundo revolucionario de ese momento, desde luego que en una de las cuestiones que estoy de acuerdo y coincido con Cea, es de que “Aquí nos toco, y no me corro”… pues, seguimos aquí en nuestro país, cada quien desde su trinchera. Con Cea nos conocimos en los años 70’s cuando él laboraba en la UES, así como con Manlio Argueta cuando era Director de la Editorial Universitaria, etc. Después de dicha semblanza entro con Matilde Elena López. En la época Cinconegritos, antes de mi incorporación, me publicaron más de algún trabajo, como mi mini ensayo sobre el libro autobiográfico de Solís que él me había obsequiado, además de algunos poemas. Esto contribuyó a mi acercamiento con Solís y con Matilde, entre ellos dos la amistad era bastante estrecha y un detalle fue que a Solís le gustó mi trabajo sobre su libro, y a partir de allí nos hicimos más amigos al grado de departir en su casa en muchas ocasiones, como los bautizos de sus hijos y con nosotros Matilde Elena, quien es la madrina de la hija mayor de Solís de su último matrimonio, en fin, y del segundo hijo, el padrino es el pintor Julio Hernández Alemán. Con Matilde igual comenzamos a estrechar lazos de amistad al grado de departir en su casa allí en la calle Caribe de La Sultana casa No. 9, y desde luego, igual la lleve mas de alguna vez a mi casa junto a Solís, a departir con mi madre y mis dos tías, y como el tiempo implacable se llevó al papá de Solís a quien también conocí, luego a la madre de Matilde doña Carlota, luego mi madre Marta Cárcamo, y hace un par de años a una de mis tías, en fin. No puedo de dejar de mencionar que a través de Solís conocería a otros personajes del mundo del arte y la literatura, tal como Camilo Minero con quien también estuvimos en su casa. Pero ello ya es otra historia, que lo mejor sería escribir una mitra de nuestro mundo de las artes y las letras salvadoreñas…
En casa de Matilde nos reunimos muchas tardes de fin de semana y cuando tuve un mi vehículo, la transportaba a diferentes actividades cuando el tiempo lo permitía. Cuando Matilde era decana de Humanidades en la UNSSA, me consiguió empleo a medio tiempo para hacerme cargo de la biblioteca de dicha universidad, donde labore por varios años hasta que le dieron golpe de estado al Rector Fernando Orantes Paredes, por parte del Dr. Hernán Contreras –quien viviera 18 años en la Corte de Cuentas--, un Dr. Castillo y Amilcar Orellana (ambos abogados), y en la cola de agregado, el no menos siniestro y oportunista Ronald Umaña que no quisiera mencionar, pero, es parte de esa historia. Matilde obviamente dejaría esa universidad, previo al cambio de “autoridades” y a raíz de dicho cambio, no tarde en salir también, pues, no podría adaptarme a la modalidad de administración que ejercía o ejercería el susodicho Ronald Umaña, a quién nombrarían como Administrador.
Con Matilde Elena y Armando Solís prácticamente hicimos una trilogía, porque aunamos nuestros nombres en más de algún trabajo. Uno de ellos es el Cuaderno Universitario No. 13, dedicado a Roque Dalton, al cual le agregué una cronología que tenia escrita de años, que le gustó a Matilde y quiso incluirla en su ensayo. Solís la ilustró. En esos años de guerra de vez en cuando le hacían llegar trabajos poéticos para una página que Matilde abrió en Diario El Mundo llamada Crónicas, y así conocí algunos poemas de Huezo Mixco, quien estaba enmontañado y Matilde me los enseñaba para que le externara mi modesta opinión, igual sucedió cuando Carmen Huguet ganó los juegos florales de San Salvador y Matilde fuera Jurado, obviamente no diré lo que platicamos sobre dicha mención, en esa ocasión; indiscutiblemente, Carmen mejoró mucho y pudo borrar en mi persona , la primera percepción sobre su trabajo poético ganador en esa época. Me contaba Matilde de su estancia en Quito, Ecuador, de cuando conoció a Roque Dalton, de su relación con el Presidente Jacobo Arbenz y me enseño unos documentos que guardaba celosamente y muy relacionados a su estancia en Guatemala en la época de Arbenz, quien fuera derrocado por la CIA en ese entonces. Cuanto al trabajo literario de Matilde Elena, tampoco escapó a que mas de alguno la tildara que en algunos de ellos, especialmente sobre sus poesías o poemas, se apropiara de trabajos ajenos y los firmara como suyos, pero esto quizás nunca lo sabremos a ciencia cierta, porque resulta difícil esculcar cuáles de ellos carecen de su esencia, y además porque nunca la acusaron abiertamente de ello, e igual pudo decirse también de Cea. Del mismo Roque, a quien le acuñan robo de trabajos de Armando López Muñoz, en fin. En otras palabras el mundo nuestro de las artes y las letras, es un mundo complicado, aparte del mundanal ruido, y por consiguiente, todo lo que se diga conllevara su dejo de verdad, de ficción y fantasía, y ello precisamente, es lo que hace la diferencia de este nuestro mundo.
Posiblemente con esta nota más de alguno brincara, y lo que leí por ahí en el caso de David Escobar Galindo, que fue hechura de Matilde Elena, es cierto, porque ella misma me lo expresó en una de las tantas ocasiones que conversamos allí en su casa, donde podíamos tropezar con un busto, con algunos libros... La diferencia es que el alumno Escobar Galindo, no dejo su identidad derechista, pero si pulió sus técnicas literarias bajo la mano de Matilde Elena, cuya visión izquierdista, humana, no pudo transmitírsela al connotado alumno.
Matilde Elena López, donde quiera que te encuentres, perdona, si en los últimos años no me fue posible visitarte, solamente un telefonazo de vez en cuando y lamento mucho no haberte llevado la publicación de mi primer libro, el cual tu leíste en su original y del que me aconsejaste lo llevara mas por lo humano y lo literario, que por su asesinato, esto es sobre mi ensayo: La ventana poética de Roque… Una interpretación de sus poemas, que en ese entonces no tenía título todavía. Gracias Matilde Elena por tu amistad, por tus consejos y por todo lo que vivimos en esa época, y que nuestra amistad se acrecentó cuando me contaste de tu viudez de CEPONCH, de quien al ver la foto, te dije que había sido mi amigo en Secundaria, y que nunca imaginé llegara a ser su esposo, en fin, y me contaste como te lo asesinó la Guardia Nacional (desaparecida con los Acuerdo de Paz), se me vino a la mente cuando te casaste, y entre tus testigos contaste con tu amigo también David Escobar Galindo, etc. Ya sacaré el tiempo para analizar alguno de tus libros y publicar mis apreciaciones a fin de contribuir con este mundo poético, que nos abre mucho más puertas de las que podamos imaginar. Matilde Elena, Gracias por tu aporte, por tu vida, por tu legado, que el mismo tiempo se encargara de mantenerlo vigente desde su misma línea, para el futuro salvadoreño, que tanto lo necesita.
Santa Tecla, El Salvador, Central America,
marzo - agosto, 2011
Eduardo Salvador Cárcamo
Eduardo Salvador Cárcamo
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