Los últimos días de diciembre del 2011 sorprendieron a los capitalinos debido a que sin ton ni son comenzaron a desmantelar el mural que adornaba la fachada frontal de la Catedral salvadoreña. El mural pintado por Fernando Llort y su equipo de trabajo lograron plasmar con estilo cubista y un tanto artesanal, un sentimiento de ruptura entre un antes y un después del conflicto armado vivido por el pueblo salvadoreño desde los años setenta hasta los noventa y de lo cual harto se ha hablado a travé de todos estos años, pues la apuesta artística de Llort bajo el clima de la firma de los Acuerdos de Paz que culminaran en Chapultepec, México, quedó plasmado en dicho mural que fuera colocado en 1997 hasta finales del año recién pasado. El asunto es que aún se desconoce el origen que dio pauta para desprender abruptamente dicho mural que a consternado a muchas personas comenzando por el mismo autor a quien tan siquiera se dignaron avisarle en primera instancia, pues como su Autor tenìa todo el derecho a ser notificado de aberrante decisión. Esto a generado una cantidad de opiniones encontradas a favor y en contra, en lo personal opiné sobre esta situación en el Facebook de Manlio Argueta quien se ha referido a este hecho con cierta indignación, pues, la obra de arte nos gueste o no, debe de ser respetada como tal, pues el arte como tal carece de precio material, aunque simbólicamente ella tenga un costo económico, siempre se considerara dentro de los cánones artísticos de Invaluable. Como dice Manlio aún en momentos difíciles como lo fue la Segunda Guerra Mundial, el mismo Hitler tuvo la delicadeza de resguardar las obras de arte que poseía en uno de sus bunkers para que los bombardeos de los aliados no los fueran a destrozar, en fin... Volviendo con este desaguisado del cléro salvadoreño representado en la figura de Monseñor Ala, las explicaciones que él ha dado no satisfacen y mucho menos, convencen a la mayoría de la opinión pública salvadoreña y de más allá de nuestras fronteras. Creo que bien vale una buena y verdadera explicación y justificación de este acontecimiento, porque el hecho mismo de convertir la cerámica artística en ripio y trasladarla en camión quién sabe donde, lo ideal hubiese sido que artísticamente hubieran hecho el desmontaje y lo que han pensado después lo hubieran considerado antes, como lo es el que el mismo fuese ubicado en el interior de la Catedral y de tal manera la obra de arte no se hubiese perdido, porque debieron de considerar el tiempo de diseño, de preparación de los mosáicos y luego el montaje del mural terminado sobre la fachada, entiendo se llevó más de un año de trabajo para que en uno o dos días fuera destrozada sin contemplaciones ante la vista impávida de los transeuntes que se mueven a esas horas en torno de catedral, en fin... lamentable y lo siento por el artista, y sobre todo, lamento el desatino de la decisión tomada por los responsables de la destrucción del mural, a quienes la historia salvadoreña se los sabrá cobrar en su debido momento.
Eduardo Salvador Cárcamo
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